Tu clase abierta todos los días
Convivencia
Silencio
Para poder enseñar y aprender es necesario un clima de aula silencioso. Hay momentos para la participación y el diálogo y hay momentos para la escucha activa. Sin embargo, no es posible que ambos se den a la vez: o se participa o se escucha. El silencio es la primera virtud que debemos desarrollar para aprender.
El comienzo de la sabiduría es el silencio.
PITÁGORAS
Atención plena
No es posible aprender en profundidad si la atención está dividida, fragmentada o repartida en otros muchos estímulos que hay alrededor: lo que hacen los compañeros, lo que pasó en el recreo, lo que haré mañana... La atención es como una linterna: solo ilumina bien aquello que su haz de luz focaliza directamente. No debemos permitir que lo trivial deje en penumbras lo verdaderamente importante.
Compañerismo
En tiempos remotos vivir en grupos nos ayudó a conservar la vida frente a los muchos peligros que había fuera de las cuevas. Hoy en día, el grupo nos ayuda a ser mejores personas, a superar obstáculos en el camino, a expresar las mejores virtudes de cada uno, a aprender unos de otros. Ayudar, compartir, escuchar, perdonar, ceder, dialogar, convivir pacíficamente son virtudes a practicar a diario para ser un grupo unido.
Hacia una Educación Emocional
Estamos en la búsqueda de una educación que también tenga en cuenta las emociones de nuestros alumnos. Hoy, más que nunca, necesitamos enseñarles a gestionarlas para que éstas no les dominen, para que afronten con éxito los desafíos de cada día, para que sean felices y hagan felices a quienes les rodeen, para que tengan un futuro mejor.
El carisma franciscano
Seguidores de San Francisco, no podemos menos que ofrecer una formación en valores franciscanos, tan cristianos como universales. En este curso fomentamos la sencillez, una virtud que nace del espíritu y que permite apreciar la grandeza de lo pequeño, no sólo de las cosas materiales, sino principalmente de las espirituales; un valor que ilumina un camino de bondad, humildad y belleza y aleja, a todo aquel que lo vive, del mundanal ruido que hacen las cosas superficiales.